domingo, 3 de junio de 2012

Heráclito y Lourdes.

Nos enseñaron que se trata de aceptar al otro tal cual es. Pero hay que leer dos veces esta frase para entenderla bien: hay un error (o más bien una ideología socrática implícita) en esta frase clisé. Ser implica, en este caso, el ser inmutable, la falta de cambio. Es, después de todo, el Sub specie aeternitatis: el "tal cual es" roza lo estático. Nietzsche ya se dió cuenta de ello y pudo intervenir en el asunto, habló de la falta de ser, la inversión del lenguaje para mediar un nuevo concepto: deberíamos cambiar la palabra ser por devenir. Somos movimientos constantes. Y más complejo aún, yo le agregaría: somos tan sólo interpretaciones de esos movimientos. Nunca se aceptan las cosas tal cual son. Sólo aceptamos aquello que interpretamos, aquello que percibimos. Y por suerte, ni siquiera nuestras interpretaciones se continúan inmóviles. Yo propongo ser movimiento. Después de todo, lo único que podemos aceptar es la fuerza activa: el fluir.

2 comentarios:

  1. Oh, Nietzche. A mí en lo personal me asusta su tesis del eterno retorno. Pero me gusta eso de ser movimiento, postuláte de filósofa.

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  2. Creer ser nos lleva a la comodidad de la resignación, a arrastrar el error y

    disfrazarlo de desgracia. Si asumieramos que solo estamos, y que tenemos control sobre el cuando, el como y el donde, tendríamos que

    hacernos cargo de ello. Desde luego, la responsabilidad que esto implica nos dificulta las cosas, pero justamente esa dificultad es la que

    denuncia lo acertado de tamaña decisión.

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